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¿ El proyecto de hijos
es sostenible hoy ?
Mtra. Nery Esperanza Cuevas Ocampo
Universidad Autónoma
Metropolitana Xochimilco
nerycuevas@yahoo.com.mx
Las parejas de clase media, actualmente, están operando
bajo coordenadas claramente diferentes de generaciones anteriores, desde los
procesos de emparejamiento hay una visión del mundo que cuestiona de manera
profunda su lugar social y proyecto de vida.
La tendencia que aparece es que el Proyecto de hijo no es
una condición para formar pareja, ni para su conservación. Su conceptualización
de hijos está atravesada por situaciones económicas y el compromiso a largo
plazo que implica tener hijos.
Al pensar en la sostenibilidad, hablamos de futuro, de
proporcionar bienestar a las parejas a través de un proyecto de hijo
comprometido, aquí tenemos que considerar el sistema económico en el cual
vivimos, Eva Illouz sostiene que, en sus diversas variantes,
el capitalismo ha gestado la construcción de una cultura emocional particular,
en la cual se sigue la lógica del intercambio, propia de la clase media, donde
se anudan discursos emocionales y económicos.
El problema es que la época que vivimos de la
modernidad va moldeando la forma en que amamos y deseamos, influye en la manera
de buscar pareja y lo más importante, en como interactuamos con ella. Parece
haber un régimen dominante hacia la felicidad continua, hacia la eliminación de
conflictos y tratamos de sacar el mejor partido de nosotros mismos controlando
los deseos y emociones llamados negativos.
Las
emociones se intelectualizan y nos distanciamos de ellas en su capacidad de
orientar nuestras decisiones. En esta lógica de las mercancías operamos desde
el nomadismo identitario con un alto costo en nuestros vínculos. Deseamos se amados, acompañados y
comprendidos, pero no consideramos la permanencia, sabemos estar juntos, pero
no construir un nosotros.
Parece que tienden a desaparecer las relaciones
íntimas que sean auténticas, deslizándose a relaciones intercambio centradas en
el cálculo e interés propio. Nos hemos vuelto temerosos de la vulnerabilidad y
responsabilidad propias de los vínculos. Y es justamente ese cambio el que nos
está haciendo incapaces de asumir la parentalidad, que tiene como condición
central la autenticidad de los afectos. Un bebé criado desde la impostura se
siente confundido, inundado de angustia.
La parentalidad es mutualidad, contraria al
individualismo prevaleciente y es fundamental para la
estructuración del psiquismo infantil, podemos señalar que se requiere de una
parentalidad lograda, donde hay un verdadero self en la función y no es un como
sí o como la llamó Rotenberg parentalidad falso self.
Propongo que como todo proceso se requieren
tiempo y condiciones que permitan las transformaciones familiares que se expresarán
en nuevas organizaciones domésticas para que podamos subjetivarnos como padres,
es necesario construir las relaciones que transitan de la pareja a las paterno-filiales
buscando lo que Segalen ha llamado “punto de equilibrio de nuestro sistema
parental”. Hoy en día estamos presenciando la emergencia de parentalidades
nuevas.
Bajo estas nuevas parentalidades los hijos se
siguen convirtiendo en el eje de las relaciones en torno al cual se organizan los
diversos roles y estrategias de las personas que sean responsables de su
crianza y cuidado, lo que cambia es la disolución actual de la asociación de
sexualidad, procreación, alianza y filiación bajo un régimen biparental,
observamos al grupo familiar que se reformula, redistribuye responsabilidades y
se crea un orden relacional diferente.
El proceso de devenir padres dará paso a la
formación de las familias, que aún en su diversidad, son la unidad básica de la
sociedad y el principal agente de desarrollo sostenible, social, económico y
cultural, y que esto resulta evidente para la inmensa mayoría de las
organizaciones políticas, la sociedad civil, la academia y el sector privado.
Los padres actúan como portadores sociales y
factores de protección ante la vulnerabilidad, establecen un pacto de
intercambio con el hijo: el grupo social en el que nace garantiza la
transferencia sobre el nuevo miembro, el reconocimiento que tenía quien lo
precedió y el nuevo miembro se compromete a través de la voz de los otros, que
cumplen el papel de padrinos sociales a repetir el mismo fragmento de discurso.
El contrato narcisista tiene
como firmantes al niño y al grupo. La catectización del niño por parte del
grupo anticipa la del grupo por parte del niño. En efecto, hemos visto que
desde su llegada al mundo el grupo catectiza al infans como voz futura a la que
solicitará que repita los enunciados de una voz muerta y que garantice así la
permanencia cualitativa y cuantitativa de un cuerpo que se autorregenerará de
manera continua. En cuanto al niño y como contrapartida de su catectización del
grupo y de sus modelos, demandará que se le asegure el derecho a un modelo
ideal.
La figura del hijo se muestra, entonces como
extraordinariamente compleja, ya que recupera la historia de la familia, habla
por los ancestros, pero también por sus futuros descendientes, la infancia es
encarnada por un ser-ahí, eminentemente un ser histórico-social, que a través
de los múltiples discursos compendia los diferentes tiempos en una suerte de
malabarismo y paulatinamente logra tener un horizonte social, de modo que su
mundo individual se amplíe en la historia colectiva.
El destino individual del ser-ahí, en y con su generación,
constituye en su plenitud y en su autenticidad la historicidad el ser-ahí. El
destino de cada niño es necesariamente un destino individual pero también es destino
colectivo. Las parentalidades actuales enfrentan
el reto de lograr el bienestar de sus hijos creando nuevas maneras de
subjetivar su rol, no desde la impostura sino desde la conciliación de los
actores para forjar en los hijos una ética de pertenencia a la comunidad, una
ética de cuidado y equidad.
Bibliografía
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de Barcelona.
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