Fue una tormenta de verano en la majestuosa villa Diodati la que alumbró el nacimiento del monstruo moderno. Estas criaturas producidas contra el orden de la naturaleza eran el contrapunto necesario para definir la normalidad en la era de la razón. En palabras de Daniel J. García: «algo tan extraño que se nos vuelve tan íntimo nos inquieta, nos perturba, pone en cuestión los cimientos de nuestra civilización, nuestra cultura, nuestra identidad». (Rara Avis. Una teoría queer impolítica. Melusina, 2016, p. 19). El convulso siglo XX albergó un pulso continuo entre los intentos de patologización y los márgenes abyectos, desde las instituciones de Estado al arte en todas sus vertientes. El ser-monstruo postmoderno hecho de retazos no puede ser apropiado, es un ser sin esencia, pura potencia, carnaval, como los niños, voluntad de poder que rechaza el acto: «potencia de no ser». (Agamben, G. La comunidad que viene. Pre-Textos, 1996, p. 26.).El ensayo cinematográfico es un término híbrido que a menudo se sitúa entre el cine documental y el experimental. Es un cine incómodo, que cuestiona los sistemas de representación y explora lo íntimo. En los últimos años, cineastas españoles como HH a.k.a. Oriol Sánchez o Guillotinha a.k.a. Miguel Ángel Blanca se han lanzado a la búsqueda de sus propios monstruos de la infancia, o de la guerra, en un contexto de crítica social y con una estética provocadora. A través del rescate y remontaje de películas familiares e imágenes de archivo han dado a luz a sus propios Frankenstein, en una suerte de pastiche de caras resignificadas, de escenas de lo privado que son desveladas, como un voyeur espiando al monstruo.Esther Pérez NietoUniversidad Complutense de Madrid(Me ha sido imposible adjuntar una imagen con el programa facilitado en esta plataforma).