En 1994 se estrenó la pelicula ‘Reality Bites’, la ópera prima como director del cómico Ben Stiller, una película que simbolizaría la ‘Generation X’ con la más absoluta ironía, definiendo a su vez el zeitgeist de los primeros años 90 del grunge, en la ola de la resaca del hedonismo opulente de la década de los 80. Poco antes de que internet comenzara a ser utilizado a nivel mundial en millones de hogares alrededor del mundo, se forjaría la siguiente generación que vivía el auge adolescente electrónico, con el cambio del milenio y la innecesaria histeria del Y2K. Los ‘Millenials’ crecimos hacía nuestra juventud adulta en plena epítome de la auto-expresión social incorpórea con la llegada explosiva de las redes sociales. Consolidando una era en la que las realidades incorpóreas que se sucedían simultáneamente en la red, afectarían de manera directa y tangible a nuestras realidades despertadas, políticas, sociales o culturales, sufriendo una disociación continuada de lo que verdaderamente es nuestra realidad vivida a través de la imagen digital. La genealogía de las imágenes que consumimos, creamos, alteramos y compartimos para definir aspectos de nuestras multirealidades siempre ha sido de origen dudoso, aún así éstas también forman parte del patrimonio de la sociedad capitalista digital. Más allá de lo obvio, tienen una connotación especulativa y relacional, como es la habilidad de provocar un sentimiento de reconocimiento o espejo para el usuario. La habilidad relacional de estas imágenes como concepto, hace que a la vez nos demos cuenta de su sostenibilidad como memoria colectiva, como cuerpo son una masa interminable cuya totalidad nunca podrá visualizarse. Las imágenes digitales son parte de la aún más interminable ‘infoesfera’, englobando los signos, símbolos, imágenes e información que circulan en medios masivos de comunicación y redes sociales directamente actuando sobre nuestra mente y afectos.