La estructura política se mezcla con la Planificación Urbana condicionando a la ciudad. La política es una acción que se refiere a la gobernabilidad, a la salud pública, se refiere a la educación y fundamentalmente a la relación entre los seres. Cada uno, a su vez, está dotado de temporalidad, pertenece a un momento dado y dura más allá de su instante primigenio, con valores temporales de diversa extensión, ligados a su condición utilitaria y estética. Al hacerlo, ingresan a la historia y, como tales, pertenecen al universo de la narración. Es, por lo menos, una doble articulación narrativa. Por un lado, la extensión en el tiempo, en función de su perdurabilidad y, por el otro, su trascendencia. Es que el vínculo humano, con todos los elementos que constituyen nuestra existencia, configura narraciones de diverso orden. Sea una casa, una ciudad o el anuncio en una revista, hay un recorrido, por el desplazamiento del cuerpo o de la mirada. Lo que implica una temporalidad con sus sucesivos cambios y descubrimientos, que encierran una narración. El punto donde se da la situación de quiebre mayor es en la idea de la planificación urbana. Desde allí, desde ese argumento, el Estado regula la ciudad de acuerdo a sus intereses particulares, los de la clase que ejerza el poder o, al menos, el gobierno. Así, desde la política se ve la manera en la que se  puede consumar mejor la represión en los casos que se pudieran presentar a partir de la acción popular que los cuestiona. Esto, inevitablemente, establece una narrativa visual generando arquetipos comprometidos con su ideario ideológico, gestando emociones propias de su pensamiento que suelen vulneran los deseos de los que afecta con su accionar que suele difuminarse en lo trémulo o lo inocuo.