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Las unidades domésticas de producción agropecuaria, ubicadas en los municipios de mayor ruralidad en el estado de Jalisco, han podido sobrevivir a los embates del actual modelo económico –contrario a la producción campesina- con la puesta en marcha de más de veinte estrategias o “prototipos” productivos, en los que generalmente combinan actividades agrícolas (principalmente siembra de maíz), con la ganadería bovina en pequeña escala. Estas unidades de producción muestran que aun bajo las condiciones negativas existentes para la producción agropecuaria campesina, aportan una significativa proporción de la oferta estatal de alimentos, carne y materias primas, además de constituir un factor para la reproducción y sustento de una gran población rural. Así, bajo condiciones de tierra de temporal y una agricultura y ganadería poco tecnificadas, 9.3% de la mano de obra ocupada en los municipios de alta ruralidad es capaz de generar 8.5% del valor del sector agropecuario de la entidad. Además, la agricultura familiar es capaz de generar una importante oferta de empleo, contradiciendo la visión dominante que prioriza a la gran empresa de exportación, dejando en segundo plano a la agricultura destinada al abasto del mercado interno. Las posibilidades de sobrevivencia en la unidad doméstica de producción dedicadas a actividades agrícolas, ganaderas y forestales, se basan en sus condiciones de flexibilidad y adaptabilidad, lo que les ha  permitido llevar a cabo estrategias productivas con base a sus recursos endógenos y al contexto. Del total de productores, casi 70% han realizado cambios en su patrón de cultivos o/ y actividad, principalmente a principio de la década de los 90 (en el año de 1994 entra en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte), con acciones que han sido parte de estrategias para superar las condiciones adversas para continuar reproduciendo a la familia y a la unidad de producción.