Considerando el uso recurrente y original de la representación hecho por Bertillon en su deseo de sistematizar la identificación criminal, parece natural y necesario abordar su trabajo desde el punto de vista de la imagen. En esta óptica, la ilustración científica constituye una referencia obligada para definir un marco de aproximación a su trabajo. De hecho, sus reflexiones se inscriben en la tradición descriptiva y estandarizada de la figuración botánica o zoológica, sólidamente construida durante los siglos anteriores. Retoma la idea esencial de establecer una identificación objetiva por medio de un protocolo de descripción, que determina las circunstancias de la creación y uso de la imagen, así como los aspectos característicos que la definen. El otro elemento esencial que fundamenta el trabajo de Bertillon es el recurso a la fotografía. Esta nueva herramienta permite el deslizamiento de la figura del investigador desde un sujeto espectador de las cosas de la naturaleza hacia un hombre observado por la naturaleza misma. Por otro lado, el lenguaje particular de la fotografía renueva las nociones de veracidad y objetividad de la figuración. Frente a la ilustración dibujada, a menudo demostrativa, casi siempre intelectualizada, la verdad del cliché es una verdad sentida, desde la experiencia y la presencia y, por lo tanto, difícilmente cuestionable. La imagen fotográfica es ante todo un testigo que, además, afirma con confianza. Las imágenes de Bertillon también oscilan entre el discurso espontáneo de la fotografía y el marco normativo que pretende regularlas. No dejan de reflejar este malestar que mancha todos los intentos de retratar al hombre desde una perspectiva científica, desde Muybridge hasta Charcot. Una escuela que quizás tiene en Bertillon a su último representante, antes de abandonarse por completo a las imágenes tecnológicas que se avecinan.