En Colombia, el conflicto armado se ha narrado desde categorías conceptuales dicotómicas que han polarizado su relato, víctima-victimario, guerra-paz, bueno-malo; a través de estas categorías se ha construido “la verdad histórica” del conflicto. De cara a un posible escenario de posconflicto en Colombia será necesario empezar por deconstruir estas categorías y ampliar los marcos de análisis para así quizás, contribuir a revertir los prejuicios que ha generado la polarización de las miradas sobre la guerra.El intento por escribir ampliamente y a través de diversas voces  el conflicto armado, implica un esfuerzo mayor de quienes re-construyen e interpretan las realidades de quienes vivieron esta violencia. Para algunos autores (Castillejo, 2007; Laplante, 2007) existe una tendencia a conceptualizar ciertos tipos de violencia, a legitimar ciertos actores como víctimas o como victimarios; se escogen unas narrativas y se inscriben en el informe que pretende reconstruir como un todo, una memoria oficial y legítima de lo que realmente pasó. Pero también excluyen individuos y discursos que, bajo ciertos parámetros, pueden resultar inconvenientes, dependiendo del momento histórico y político por el que se está atravesando. La búsqueda de “verdad”, se convierte en la búsqueda y reconocimiento de sucesos que construyen una versión políticamente correcta de la historiaEl lenguaje nominalista con el que se ha explicado el Conflicto Armado en Colombia construyó una “verdad” a través de categorías esencialistas, absolutas e inmodificables, ejemplo de ello está la categoría narcoterrorista que sirvió para definir a sujetos altamente peligrosos para la sociedad, a través de esta categoría se construyó discursos que a su vez crearon una verdad sobre conflicto que le ha servido a determinados proyectos políticos para legitimar su poder. Los discursos hegemónicos dan cuenta de una verdad limitada y acomodada por lo que en ellos no se permite la coexistencia de diferentes formas a la vez, ya que las categorías con las cuales fueron construidos se valen de contenidos absolutos.La polarización que vive actualmente Colombia, la cual crea la ilusión de una separación nítida entre víctimas y victimarios, presumen también en última instancia, una distinción entre emociones, sentimientos, y virtudes particulares, construidos a partir de categorías antagónicas que durante años reprodujeron una visión estrecha de la realidad, cuyo resultado fue la intensificación de las hostilidades entre actores sociales, que fueron paulatinamente radicalizándose. La herencia recibida tras más de medio siglo de violencia es una sociedad fragmentada y desgarrada que desde la interiorización de valores contrapuestos construyó un ethos cultural arraigado en el odio por el adversario y el desconocimiento de su existencia como sujeto político y social.Interpretar la forma en que se han sido construidas las verdades históricas de la violencia armada a través de categorías duales, que han ocultado las diversas formas de comprensión del conflicto.