El movimiento de okupación en Euskal Herria nace vinculado al movimiento autónomo. Se trata, en consecuencia, de un movimiento que busca la gestión propia de sus espacios y de la vida social de sus miembros, intentando mantener el mayor grado posible de independencia respecto al Estado o sus instituciones. Sus prácticas han derivado en una forma de cultura propia que ha sido invisibilizada tanto por el poder hegemónico como por los medios de comunicación. Sin embargo, desde el movimiento se han creado unas redes alternativas demostrando que es algo más que un movimiento social urbano, dado que lucha por la autogestión total de la vida. Estas formas de organización alternativas que el movimiento de okupación lleva elaborando desde los años '80 en este territorio, han tenido influencia en el entorno que las rodea y están siendo adoptadas hoy por otros colectivos sociales hasta ahora más integrados. Luchas como la soberanía alimentaria, el derecho a una vivienda digna (PAH), la reducción energética (decrecimiento), confluyen con lo que este movimiento predicaba ya en sus comienzos. Por ello, y aún conscientes de que para su supervivencia depende de los deshechos que el propio sistema capitalista genera (desde edificios hasta residuos o comida), y de que sin ellos el movimiento no podría darse, se plantea aquí que el movimiento de okupación constituye un movimiento que puede servir de base para establecer un nuevo modelo económico y social basado en la autogestión; modelo que puede colaborar a salir de la crisis sistémica en la que nos encontramos. Se estudia el movimiento desde el enfoque teórico de los estudios culturales británicos, pero presentándolo como un movimiento social emancipador, es decir, tomando como referentes para analizarlo a los teóricos que se muestran críticos con las teorías producidas por las Ciencias Sociales occidentales; principalmente Boaventura de Sousa Santos.