Tradicionalmente, en el pensamiento occidental-eurocéntrico, es decir, moderno, el territorio se ha definido y comprendido sin considerar la multiplicidad de identidades y características cosmológicas de los distintos pueblos y comunidades indígenas. La injusticia cognitiva global (Santos, 2009) hacia los grupos subalternos también concierne al entendimiento del territorio como un aspecto no develado en todas sus posibilidades diferenciales. Las propias definiciones territoriales provenientes del Estado a través de las políticas públicas consecuentes con esas definiciones no relevan suficiente y adecuadamente los aspectos intangibles del territorio, tales como la espiritualidad y sus rituales, o la memoria colectiva, sino más bien se ajustan a límites físicos que consideran algunos elementos culturales de sus habitantes, por lo general aquellos que resultan funcionales a la folklorización de sus culturas, siempre tan afines a las actividades relativas al incremento del consumo;  lo mismo sucede con los discursos, donde la hegemonía de la palabra escrita invisibiliza otras prácticas discursivas, principalmente las prácticas de una oralidad bastante venida a menos. En estos contextos, la investigación busca analizar las relaciones entre territorio y discurso desde una mirada epistemológica que plantee nuevas formas de comprensión y definición de dichas relaciones, estableciendo teórica y metodológicamente los tipos de territorios que imaginariamente subyacen en los diferentes discursos territoriales. A estas instancias imaginarias subyacentes, llamaremos Territorios Discursivos (TD), los que pensamos como manifestaciones de Imaginarios Territoriales generalmente ocultos a la mirada racional o empírica. Con otras palabras, conjeturamos que los discursos territoriales remiten siempre a unos territorios discursivos que operan como condiciones de realidad y de conocimiento en las distintas concepciones del territorio al uso en momentos determinados de la historia social.