En los planes educativos de las instituciones de educación superior, es constante un discurso de generación de competencias a partir de los planes de estudio. Se valoran habilidades para el pensamiento crítico, la creatividad, la resolución de problemas complejos, el espíritu emprendedor y la innovación. No obstante, los resultados en términos prácticos son muchas ocasiones bastante alejados de este espíritu. El presente trabajo es una descripción de un caso real, en una institución pública de México, donde incluso se han generado programas de posgrado para la gestión de la innovación. Sin embargo, al examinar la experiencia de los alumnos que se inscriben a estos programas se detectan serios desafíos para lograr estos objetivos en su educación. En el caso particular que se analiza, se detectan importantes retos desde la forma en que están condicionados los profesores para afrontar un esfuerzo de innovación. De entrada, se desliga la innovación de la capacidad creativa de los alumnos. Por lo tanto, se desestima la verdadera dimensión humana que implica la innovación. Para empezar, los dirigentes de los departamentos encargados de estos programas educativos ven con indiferencia que deserten prácticamente el 50% de los alumnos antes de iniciar un segundo semestre. Los testimonios de los estudiantes hablan por sí mismos: el ninguneo porque sólo son “alumnos” y no “doctores”, la existencia de un “mercado negro” de exámenes y tareas de las muchas materias en las que los profesores nunca actualizan temas ni métodos de evaluación, la actitud cínica de docentes disfrutando que los alumnos “fracasaran” en sus materias, la burla ostentosa a las preguntas que se “atrevían” a formular en clase. Se analiza de forma descriptiva este panorama y se proponen soluciones posibles a esta problemática.