La presente comunicación defiende que la capacidad cognitiva más fundamental en el ser humano, y sobre la que se desarrollan las demás, es la capacidad de alteridad. La capacidad de alteridad es la capacidad de comprender que los otros tienen una interioridad cualitativamente similar a la de uno, aunque distinta en sus contenidos y en las formas de su experiencia. Sobre esta capacidad de alteridad primordial se basa el aprendizaje, al menos el infantil, tal y como argumenta la teoría del interaccionismo social (e.g. Vygotsky).Esta comunicación también defiende que es precisamente esta capacidad de alteridad la que emulan las redes neuronales artificiales y de ello derivan su capacidad de aprendizaje y sus éxitos en el campo de la inteligencia artificial. Sin embargo, esta emulación artificial no incluye una cuestión antropológica fundamental: la consciencia. El salto cualitativo que la consciencia representa permite formas de alteridad intersubjetiva de naturaleza distinta a la alteridad interobjetiva de las redes neuronales.La comunicación concluye argumentando que es en el análisis de las formas de alteridad intersubjetiva humana y de sus dimensiones asociadas (como la actitud de respeto y el sentido de sacralidad del otro) donde se puede hallar lo específicamente humano, aquello que distingue a los seres humanos de los artefactos inteligentes. Esto es especialmente relevante para la valoración ética y social de las hibridaciones entre el ser humano y la tecnología que están por venir.