Actualmente la sociedad se halla inmersa en cambios y transformaciones constantes, cuyo modo de entender el currículum no da respuesta a las demandas de la ciudadanía, por lo que es ineludible construirlo en la búsqueda de la transformación social; concretamente en el modo de entender los espacios donde se convive, lo cual es preciso que se genere “diálogo” entre las formas edificadas y la convivencia ciudadana. El alumnado ha de entender que las calles no se crean de una forma azarosa, sino que tras esas motivaciones existen unas causas sociales, ambientales y económicas. Los espacios que asumimos diariamente están definiendo un entorno rodeado de edificios que se incluyen en el contexto “ciudad” donde han de adecuarse a las necesidades y tener las dimensiones idóneas para cumplir con el objetivo de su construcción. La escuela ha olvidado cualquier aspecto social inmediato (espacio y tiempo), pareciera que desde la participación en la configuración de nuestras ciudades no se aprendiese ni matemáticas, lengua o conocimiento del medio; sin embargo, en el diseño y elaboración de las edificaciones dependen conceptos como la justicia, la solidaridad,  el trabajo cooperativo, las matemáticas, el derecho, etc.  El espacio ha de diseñarse y construirse de modo adecuado al ambiente y que genere armonía en quienes cohabitan el lugar. La escuela no solo ha de propiciar el aprendizaje de procesos participativos sino que ha de vivir en ellos y para ellos, esta ha de ser entendida en toda su diversidad, ofreciendo apertura a la ciudad, favorecer el contacto entre desconocidos, intensificar las relaciones, mezclar los usos, etc.  Pensar en la escuela cómo se piensa sobre la extensión de la ciudad, interconectando con el espacio exterior, posibilitando a la naturaleza que entre en la arquitectura y no haya que salir a buscarla. De esta manera se combina arquitectura y educación.