A 100 años de la Reforma de Córdoba es necesario repensar la actuación de las Universidad latinoamericanas, principalmente en lo relativo a cómo estas se vinculan con la sociedad. Asumir el reto de otorgarle a la academia un sentido más amplio y ambicioso, que vaya más allá de formar profesionales o ser motor de movilidad social, debe ser una constante, y la Universidad debe mirar hacia propiciar una relación dialógica con la comunidad nacional e internacional que posibilite la construcción conjunta del conocimiento. El caso de análisis es la Universidad de Costa Rica (Costa Rica), cuyo liderazgo regional se ha consolidado tras más de 75 años de experiencia, y desde donde se considera la extensión universitaria como una de sus tres áreas sustantivas, junto a la docencia y la investigación. En el marco de la extensión, se inscribe la educación permanente y continuada (EPC) como procesos de formación y construcción colectiva con la población en general, bajo un enfoque de educar para la vida. En esta práctica se interrelacionan la Universidad y la sociedad, a través de metodologías innovadoras, uso de nuevas tecnologías de aprendizajes y prácticas de internacionalización que facilitan la multiculturalidad. Los proyectos y actividades que se gestionan contribuyen con el desarrollo del país, facilitando: transferencia de competencias y capacidades, ampliación del acervo cultural y creación de otras formas de saberes. Para 2016, se registraron 298 proyectos de EPC, con una oferta de actividades formativas implementada regularmente: capacitaciones, cursos en línea, conferencias e idiomas, entre otros. Muchos de estos proyectos se ejecutan a lo largo del país, permitiendo el acceso a la educación no formal a poblaciones con limitaciones socioeconómicas o geográficas. Algunos otros trascienden fronteras apoyados por la virtualización de sus programas o gracias a convenios internacionales y la participación de académicos extranjeros.