Este artículo comienza analizando cómo el dispositivo curricular en Argentina desde el inicio del sistema educativo nacional, configuró circuitos escolares diferenciados a partir de las representaciones sociales de las infancias y juventudes. Éstas obedecían al concepto clásico de socialización durkheimiano y a la pedagogía tradicional. Dos imaginarios sociales recayeron sobre la infancia en nuestro país a comienzos del Siglo. XX: el niño en peligro y el niño peligroso. Un ícono de la infancia peligrosa lo representaba el niño vendedor de diarios y sobre él caía el estigma de niño delincuente. Se menciona brevemente las implicancias de la Ley Agote promulgada en 1919 y se explica de qué manera el Estado asumió la tarea de educar a los niños considerados “peligrosos”. Para ambos casos se implementaron dos curriculas diferentes: una preventiva y formativa, por el que se gestó y conformó la matriz de la figura de alumno (buen ciudadano) en la niñez escolarizada. Para el segundo caso (el niño peligroso), se constituyeron circuitos formativos atravesados por el discurso jurídico de la sanción correctiva que preveía una propuesta pedagógica diferenciada a la escolar en institutos de menores y otras comunidades. Este análisis histórico-crítico sobre las configuraciones curriculares es clave para identificar las lógicas dominantes que aún direccionan las experiencias educativas bajo imaginarios de infancias y juventudes más relacionados con la concepción clásica de las mismas. Y por otro lado, interpretar la complejidad social actual que presentan los nuevos escenarios educativos y promover nuevas opciones curriculares. El mayor desafío consiste en comprender la naturaleza social y contextuada de la enseñanza e impulsar el pasaje hacia nuevos modelos de enseñanza basados en la perspectiva pedagógica intercultural y contextuada. Y producir condiciones de igualdad e inclusión con calidad educativa en la experiencia escolar cotidiana.