Sabemos que la evaluación, en el ámbito de lo humano, es un proceso que nos acompaña desde la cuna hasta la tumba, o mejor, podría decirse: desde antes de la cuna hasta después de la tumba; empero, este ejercicio analítico, no se ocupa de mostrar el vasto andamiaje de prácticas evaluativas que se cierne sobre el conjunto de los seres humanos en el itinerario por la existencia -problematización que será objeto de otro análisis-, cuanto de determinar cómo la evaluación docente en la educación superior (o mejor en las instituciones de educación superior) se ha constituido en un dispositivo sutil, pero permanente y perpetuo de vigilancia, de disciplinamiento, de control, de regulación…, del conjunto de la actividad docente, de manera que, su condición humana y docente (por no decir su naturaleza) viene a ser fabricada, determinada, constituida, por una multiplicidad de piezas que forman parte del entramado panevaluativo.   El razonamiento propuesto, desde una analítica interpretativa, acude al estudio de diversas piezas documentales constituidas por: documentos teóricos (referidos a la evaluación docente); documentos normativos de orden nacional, que contienen prescripciones y regulaciones sobre el ejercicio docente; y, documentos reglamentarios de tres instituciones de educación superior (universidades de distinta naturaleza), a través de los cuales, se institucionalizan, normalizan, codifican…, los discursos y las prácticas -relativas y correlativas a la evaluación docente-. Subsecuentemente, tres acápites hacen parte de este análisis: la descripción de las formas como los sujetos llegan a constituirse en profesores universitarios; el análisis de las piezas examinatorias y evaluativas que, operando sobre la labor profesoral, les permiten -a los docentes- ser y mantenerse como tales; finalmente, una referencia a los procedimientos que conducen a la cesación de la condición de docente universitario.