Los métodos de castigo han evolucionado desde el suplicio hasta diversas expresiones de poder, utilizadas para controlar y reformar el comportamiento de la sociedad. Por tanto, los principios fundacionales de las cárceles se basan en la modificación y corrección de la conducta de los individuos. En su célebre libro Vigilar y Castigar, Michel Foucault afirma que la prisión es un sistema de reeducación de los criminales, gracias a una domesticación de tipo escolar para transformar a un delincuente en un individuo obediente a las leyes (Foucault, 2002, 246). Sin embargo, este planteamiento es un ideal que no se relaciona con la realidad de las cárceles colombianas, donde la prisión se concibe como un lugar que produce efectos totalmente contrarios a la reformación de los reos. En ese contexto, surge un trabajo de investigación que, bajo las premisas de la sociolingüística,  reconoce la educación como una herramienta fundamental para influir en la conducta de los sujetos. El análisis parte de un acercamiento directo a los reclusos de una cárcel de Bucaramanga, Colombia, para evidenciar el panorama educativo actual de la prisión. De esta manera, se hace posible evaluar los programas e iniciativas que se han desarrollado con los internos y se propone una reforma en las prácticas educativas para cualificar el fin reformativo del centro penitenciario. Por tal motivo, la relación lenguaje-sociedad resulta indispensable para acceder al universo simbólico que se configura entre rejas. Ese último aspecto debe suscitar mayor interés por los profesionales del lenguaje, quienes pueden utilizar herramientas pedagógicas y didácticas para influir en el desarrollo y la transformación de la sociedad mediante la educación.