Seguramente pocas etapas de nuestra vida son tan movilizadoras y cambiantes como la vorágine de la juventud y adolescencia; en ese intenso deseo de querer saberlo todo y hacerlo todo nos es otorgada una libertad como ninguna otra, borrando cuantos límites fronterizos entre el querer y el poder. Pero ¿cómo, desde la educación secundaria y en un espacio alternativo, podríamos acompañar a nuestros estudiantes en esta etapa? Este fue el interrogante que de forma conjunta docentes y directivos quisimos responder de forma práctica; y que en este trabajo pretendemos exponer y compartir desde un colegio ubicado en Neuquén, Patagonia Argentina. Una vez a la semana estudiantes de tercer año acuden a un espacio lejos del aula tradicional, sin sillas ni mesas, pero que no abandona su carácter pedagógico; este es denominado “taller del encuentro” y tiene por objetivo construir un espacio en el que los y las participantes puedan ser. Lo anterior se traduce en términos de aportar al ejercicio de una salud emocional, de generar un verdadero encuentro en las y los participantes capaz de permitirnos hablar desde el sentir, donde de forma conjunta cuestionemos estereotipos y resignifiquemos muchas de nuestras prácticas cotidianas. Este espacio se fundamenta en la Ley 26.150 que establece “incorporar la educación sexual integral (ESI) dentro de las propuestas educativas orientadas a la formación armónica equilibrada y permanente de las personas”. En este sentido, se busca también que las y los estudiantes posean una cercanía con sus cuerpos, habilitando el pensamiento crítico entorno a conceptos como sexo, género y sexualidad; desnaturalizando prácticas en el modo de comunicarnos y relacionarnos con las y los otros; habilitando así un escenario de respeto para con los demás.