Las familias en cualquiera de sus expresiones, representan para los individuos que hacen parte de ellas, un medio para la aprehensión y transformación del mundo y la integración a él; construyen el primer escenario de vínculo con otros, de construcción de afectos y reconocimiento de la diversidad en cada ciclo y momento vital. Rios (2010).  La familia se convierte así en un campo de aprendizaje y de prueba de la humanidad que se construye a través suyo y del intercambio cotidiano de sentimientos, palabras y abrazos. Los padres y/o cuidadores representan un ámbito determinante para el desarrollo de los niños si se parte del hecho que los primeros años de vida son claves para en crecimiento cognoscitivo, emocional y social de los seres humanos, los padres como espacio inicial y los vínculos que facilita se convierten en factores decisivos. (Aguirre, E. 2002) La familia es un ámbito fundamental de humanización y socialización a través de la filiación y el afecto, dado que es allí donde el afecto desempeña un papel de gran importancia para el desarrollo psíquico y social de cada uno de sus miembros y para el cuidado y protección física y psicológica de sus miembros más jóvenes: los niños y las niñas. En este contexto afectivo es posible la socialización primaria la cual según (Berger y Luckman.1983:167) “… comparta algo más que un aprendizaje puramente cognoscitivo. Se efectúa en circunstancias de enorme carga emocional”, pues a través de ella el niño o la niña se identifica con las personas significativas, produciéndose la internalización del mundo que lo rodea.