En el llamado Viejo Mundo no se ha insistido bastante sobre un hecho singular: el de hallarnos en una nueva edad histórica. Entretanto, en Norteamérica esta novedosa situación está asumida, hasta el punto de tener incluso el nombre para estos nuevos tiempos: la Edad Global (Global Age). Con este artículo queremos contribuir a la difusión conceptual de esta realidad, pues a nadie se le escapa que ya no somos contemporáneos de los hombres que vivieron la Revolución Francesa, ni tampoco de los que todavía vendrían después en el siglo XIX. Asimismo, aprovechamos para corregir la nomenclatura de la anterior Edad, ya que su llamarse Contemporánea es un sinsentido, como veremos enseguida. Y por último, aunque la tratamos en primer lugar, al hilo de estos casos también examinaremos la idiosincrasia de la temporalidad histórica.