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Iniciar una reflexión sobre la disciplina histórica, es retomar el proceso de acción y participación entre el sujeto y el objeto y en donde ninguno de ellos se condiciona al otro; pues en la existencia del mundo, el ser fue arrojado a batallar en dicho escenario y debe lograr mantener un equilibrio armónico entre el ser  y mundo, sociedad no indisoluble.  Lo que sí es un hecho, es “que lo que debe hacer el historiador es mejorar el utillaje con que sus predecesores han trabajo hasta hoy en el estudio de las relaciones entre el hombre y su entorno, entroncar con una tradición más que secular en la que hay mucho que puede aprovechar, orientar su estudio de acuerdo con las necesidades y los problemas actual de la humanidad – no con las modas intelectuales vigentes- y esforzarse en aportar elementos que sirvan por lo menos para hacer más rica y más lúcida la conciencia que los hombres tienen de su situación” (FONTANA,1992). Ahora bien, si la investigación del historiador tiene sus raíces en identificar el pasado de una familia, una comunidad, una población o determinado territorio debe basarse en una serie de sucesos concatenados y/o asociados  a las circunstancias o acontecimientos en que se vieron imbuidos cada uno de los actores presentes en un pasado no existente en el imaginario del Historiador, pero sí en el pronóstico de los argumentos ubicados por el método utilizado del rastreador de la historia. Finalmente, determinar el escenario de acción del historiador, requiere de una serie de análisis y recursos en la escogencia de su método de investigación, pues los instrumentos de trabajo  determinan una conciencia crítica de la necesidad de analizar el sentido real de las palabras y de su legitimización.