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Tras las independencias hispanoamericanas se produjo un enorme problema identitario frente a la construcción de los 15 nuevos estados que surgieron tras 1810, cuestión que desembocó en la necesidad de imaginar las naciones correspondientes para cada Estado especialmente desde las historias patrias, en un proceso marcado por no pocas ambigüedades devenidas de la imposibilidad inicial de rastrear elementos que distinguiesen radicalmente la historia, cultura, lenguaje o idiosincrasia de cada porción territorializada del continente.Se podría decir entonces que los acontecimientos devenidos del Vacatio Regis en España, el movimiento juntista, el inicio de las hostilidades y las declaraciones de independencia, no poseían una realidad nacional preexistente en la medida que la identidad estaba ligada a la Nación española, los ejércitos patriotas eran multinacionales y regionales y las características del conflicto lo asemejaban más a la guerra civil que a una conflagración entre naciones disímiles.Por esta razón, muchas naciones se crearon de la nada respondiendo a características incipientes o aún inexistentes que dieron un sentido de diferencia con respecto a la identidad a la que antes pertenecían. En esencia, se trató de un esfuerzo por consolidar olvidos e infundir esperanzas que aglutinasen a las masas, generando un problema alrededor del uso que se hizo de la palabra nación, al ser creado un limbo conceptual donde cualquiera podía hablar de ella sin tener una idea clara de sus implicaciones y manifestaciones. Situación que no puso en duda la vigencia y capacidad del término para englobar el contenido político y social moderno, su legitimidad para sustentar regímenes o su importancia a la hora de definir las relaciones diplomáticas entre los diversos estados.