El fenómeno de arte urbano en Medellín ha logrado construir una relación simbiótica entre los ciudadanos y el territorio.  Esto se  observa durante el proceso de investigación en el cual los habitantes de la ciudad que cooperaron con el estudio reconocieron que las intervenciones se integraron de forma positiva y se convirtieron en elementos complementarios que no sólo transformaron el entorno físico, sino que se convirtieron en un proceso importante de la cotidianidad al encontrase en las ellas narraciones y símbolos que representan luchas, resignificaciones y procesos que de otra forma serían difícil de narrar o de documentar.Esta resignificación y apropiación del arte urbano también significó la posibilidad de acercar los territorios con otros procesos desde las instituciones que vieron la posibilidad de transformar espacios permitiendo inversión pública, el desarrollo de infraestructura  y con ello nacieron diversas iniciativas culturales y artísticas como escuelas populares de arte, colectivos y artistas populares, con todo ello la sociedad logró reconocer de forma positiva el valor del arte urbano como herramienta útil en la construcción de identidad colectiva. El proceso de identidad colectiva parte de un incipiente movimiento de arte urbano que como en otras ciudades fue  perseguido, estigmatizado y controlado, al punto que en la década de los 90´casi desaparece por completo, asociado a las amenazas y el temor que ejercía la guerra con Pablo Escobar y grupos de control social en los barrios que impartían su ley y prohibían que se rallaran las paredes.En la década del 2000 muchos artistas underground se toman la ciudad como un lienzo en blanco para dar inicio a una rebelión de arte contestatario y retador.  Empiezan ha aparecer en la escena varios artistas con unas estética inspiradas en el conflicto y la realidad social de la ciudad.