Las políticas de Estado en actividades vinculadas al uso del tiempo de ocio, como lo es la turística tienen fuerte influencia en el funcionamiento de los actores que da lugar a hechos que los involucran individual y socialmente. Considerando los organismos internacionales y sus apoyos técnicos y económicos en latinoamérica, la regionalización de las actividades desde un enfoque territorial está de moda. El hecho de delimitar zonas geográficas de forma arbitraria, con diferentes características geográficas hacia adentro y hacia afuera, nos hace pensar que esas diferencias se evidencian también en la forma de sentir todos los procesos que se involucran con el turismo: recibir foráneos, intercambiar entre los actores de la región, el uso del espacio público, etc. lo cual se complejiza si pensamos en una lógica de actor red en base al enfoque de Callon y Latour, entre otros. Uruguay se divide en cinco regiones definidas por los decisores de gobierno para desarrollar en ellas políticas comunes, planificar en conjunto y gestionar el cambio a un modelo regional y ya no local. Allí es donde creemos entra a tallar la problemática de las emociones sociales que influyen en la percepción de dicha lógica e inciden en el funcionamiento de la actividad a partir de las dinámicas afectivas que se evidencian vinculadas a la identidad local. La actividad turística de alguna forma comercializa los sentimientos. Los receptores de turistas no ofrecen un lugar sino las emociones de estar allí: esperanza, placer, felicidad... En nuestra investigación un insumo son los discursos de los directores de turismo locales de la región centro-sur que permiten detectar las emociones involucradas y en que medida inciden en las dinámicas sociales, tanto locales como regionales.