En la presente investigación se expone la construcción de identidad femenina en una cultura de violencia de género normalizada, en donde en algunos casos el costo de esa violencia conduce al feminicidio. De acuerdo la OMS  un 38 % de los homicidios en mujeres se dan en el entorno familiar. Para la mujer el proceso de desarrollo humano, desde su infancia suele darse en  ambiente familiar en donde la violencia de  género, esta enmascarado de cotidianidad y normalidad, por lo cual podrá incluso no rechazarla, sino ser parte de ella. Maldonado y Larreamendy (2001) exponen que para las mujeres en Cotacachi, el machismo lo ven fuera de las vivencias personales. Para las autoras el machismo solo es identificado por las mujeres cuando excede la normalidad, como en el caso de los golpes o los celos. De acuerdo con Bonino (s/f) el dominio sobre el sexo femenino mediante “micromachismos” ha sido utilizado para mostrar superioridad frente a las mujeres a través de maniobras normalizadas como insistencia abusiva o la intimidación. La entrevistada a quien llamaremos Mary opina que el feminicidio, debe ser castigado ejemplarmente “claro que está mal que asesinen a una mujer y a los asesinos, los deberían castigar muy duro”. Sin embargo al preguntarle ¿Cómo reducirías el feminicidio? Opina “con más vigilancia,  enseñándole a los niños a respetarlas, pero sobre todo, que la mujer aprenda a cuidarse no saliendo de noche o sola, pues en ocasiones ellas mismas tienen la culpa”. Se ha expuesto que el alto grado de violencia de género en el cual la mujer construye su identidad femenina, suele enmascarar al micromachismo dentro de la cotidianidad  llegando incluso a normalizarlo, dificultando su detección incluso por la propia mujer y que aun en casos como el feminicidio, se le llega responsabilizar por “no haberse cuidado adecuadamente”