Desde siempre el hombre ha tratado de comprender el mundo y lo que le rodea, y adaptarlo a sus necesidades. Ahora los científicos han dado un paso gigantesco al entender a las células y como éstas funcionan. Al grado de que han logrado crear y rediseñar sistemas biológicos, existentes y no existentes en la naturaleza, y controlarlos, mediante la biología sintética, para darles aplicaciones útiles. Los productos desarrollados mediante la biología sintética, implican un gran reto para la propiedad intelectual, por que los organismos que ésta producen, pueden evolucionar y las estructuras de protección tradicionales no pueden aplicar igual que para un organismo proveniente de la naturaleza. A pesar de ello, los productos desarrollados mediante la biología sintética, al día de hoy, se patentan. Desde hace 500 años que nacieron las patentes, bastaba solo con cumplir con tres requisitos: que fuera una invención nueva, fuera una actividad inventiva y tuviera aplicación industrial. Pero los productos de la biología sintética rebasan dichos criterios por el mero hecho de ser creados mediante la biología sintética. Ya que son productos creados completamente mediante la ingeniería y la informática, y por lo tanto no son producto de la naturaleza justificando el principio de la novedad y de la actividad inventiva. Y para cumplir con el principio de aplicación industrial, basta con que sean diseñados para cumplir con una utilidad específica. Definitivamente la biología sintética llega para cuestionar los sistemas regulatorios que utilizamos, principalmente el de la propiedad intelectual: las patentes.