La velocidad que ha adquirido el desarrollo tecnológico de nuestra época impide, por lo general, que el hombre actual perciba y comprenda el complejo entramado técnico que configuran su diario acontecer. Se le dificulta aún más, que, el universo técnico de la cotidianeidad caracterizado por la mediación y uso creciente   de artefactos y dispositivos, presentes a toda hora y necesarios para realizar casi cualquier de actividad, sea objeto de una postura reflexiva y crítica. El amplio abanico de posibilidades ofertadas por la tecnología se ha convertido en nuestra lebensform (Parente; 2010, Broncano; 2000), Al hombre de hoy se le hacen opacos los procesos, sistemas y contextos de la tecnología. Habita en un mundo artificial que, en definitiva, se constituye para la inmensa mayoría, en poder adquirir artefactos fáciles de usar, pero que no comprende porque su diseño obedece al criterio de “caja negra” (Quintanilla, Parselis, Sandrone y Lawler; 2017). Lo anterior es la base a partir de la cual se postula la necesidad de fomentar   una comprensión social sobre la tecnología (Fuller; 2003, Aibar; 2012), sobre sus efectos e impactos en los medios natural y social.  Se requiere que la ciudadanía tenga mayor claridad sobre los proyectos que se están gestando, sobre los eventuales efectos para una comunidad o para todo el planeta. La tecnología debe estar en la base de los debates sociales y debe ir más allá de los procesos end-of-pipe.