Es innegable hoy que el desarrollo científico-técnico ha arribado a un punto tal que ha alcanzado su independencia disciplinar no sólo respecto de otros saberes, sino que se ha desligado incluso del progreso de las sociedades. Es decir, que la tecnología ha dejado atrás el progreso moral, que en otro tiempo había sido objeto de la propia ciencia. La consecuencia que de esta independencia se desprende es la imposibilidad de llevar a cabo la tarea de incluir las innovaciones tecnológicas en el espacio de la reflexión moral en la sociedad. Y, por el contrario, hallamos la igual imposibilidad de introducir reflexiones morales en el campo del desarrollo tecnológico. Es por ello por lo que es necesario plantear una posible articulación entre estos dos ámbitos.La propuesta de la presente comunicación tratará de generar un espacio desde el que pensar esta posible articulación a partir de la filosofía de Immanuel Kant, donde se realiza una distinción entre dos usos de la razón: por una parte, la razón pragmática o instrumental, ejercida en el desarrollo científico-técnico y, por otra parte, la razón práctica, ejercida en el ámbito de la acción y la reflexión morales. La mayor diferencia entre ambas es que la razón instrumental sirve a cualquier fin mediante cualquier medio, contrariamente a la razón práctica. Parece ser que éste es el problema de la razón instrumental: su ilimitación, la cual conlleva a la realización de ciertas prácticas que son, en realidad, socialmente injustas.Así pues, el modo de afrontar este problema es imponer límites a la razón instrumental, límites dados por los principios de la razón práctica, principios que tratan, entre otras cosas, de conservar la dignidad, defender la responsabilidad moral y procurar el bienestar de los individuos antes que su felicidad (entendida provisionalmente como satisfacción).