Tras el objetivo de la cámara fotográfica del siglo XX (Lewis Hine, Vivian Maier, W. Eugene Smith por mencionar algunos fotógrafos sin agotar la lista) se esconde una reflexión social con profundas raíces en el pensamiento ilustrado. Sus instántaneas retratan la confianza humanista en los hombres para superar las limitaciones sociales. Sus imágenes nos ofrecen una nueva forma de poder y una estrategia para la  subversión a través de sus miradas. El espíritu ilustrado de la reforma social aparece en la producción fotográfica en un período crítico del siglo XX. El contexto histórico de las vanguardias artísticas engloba la crisis económica de 1929, dos guerras mundiales y la división del mundo en dos bloques durante la guerra fría. En este siglo la obra fotográfica se pone al servicio del hombre desde un sentido moderno e ilustrado;  desde la consciencia crítica de estos artistas, las imágenes fotográficas denuncian la infelicidad y la desolación humana en una sociedad de erróneas decisiones (la explotación infantil, el aislamiento social, la desigualdad de género, la alienación del hombre en el orden posindustrial). La fotografía salía de su ensimismamiento artístico que la reducía a un sistema metafísico. Este estado la había llevado por el camino del dogmatismo, la pretensión y el aburrimiento estético. Sin embargo, su apertura a la representación del mundo abrió otro sendero hacia la educación del hombre cívico (en el sentido de paideia). Desde la voluntad de comunicación e intercambio de ideas con el espectador surge en la fotografía la creencia, de idiosincrasia ilustrada, de transformar la realidad humana. En la fotografía de estos artistas renace el espíritu de la Ilustración: las controversias pacíficas, el debate fructífero, la crítica razonada, la dialéctica en la argumentación de las reformas humanas y la libertad de pensamiento en la expresión de las buenas decisiones.