Como producto eminentemente moderno, la expansión del cine en Chile fue de la mano del surgimiento de la sociedad de masas. La difusión y consolidación del espectáculo cinematográfico se asoció a un proyecto de ciudad moderna que alentó a formas de vida urbana inéditas. En casi dos décadas del siglo XX (de los años 30 al 50), el despliegue de las salas para proyección cinematográfica en las ciudades chilenas más pobladas, marcó un paulatino cambio en la idea de espacio para uso colectivo, conformando centros urbanos y barriales, intercambios sociales y destacados eventos culturales. La huella de los edificios construidos para el cine, en los paisajes urbanos de ayer y hoy, dan cuenta de una coherencia entre construir al servicio del espectáculo y a la vez, conformar ciudad. Es así que estos edificios “sobrevivientes” persisten como referentes visuales icónicos, y estimulan a preguntarse si hoy, varias salas de cine dispersas y en desuso en el país, podrán promover otros usos y prácticas de usos comunitarios, como sucedió en el pasado, entendiendo y superando la manera en que los chilenos fueron relegando estos edificios con valor patrimonial. La clave de la catalogación para la puesta en valor de las antiguas salas de cine consiste en estudiar y fundamentar la apropiación colectiva de esta arquitectura pasada, que identifica una estructura espacial como campo del encuentro de las subjetividades particulares con las de una sociedad, donde la arquitectura subsiste como primer testimonio. La investigación en desarrollo establece como objetivo el propiciar un abordaje teórico sobre las salas de cine en Chile (construidas entre 1930 y 1951) aspirando a integrar tanto la materialidad como sus valores sociales y culturales, a fin de reconstruir su biografía y su potencial como espacios de memoria histórica en el contexto urbano contemporáneo.