Habitamos entornos repletos de imágenes. Pero las imágenes no brotan espontáneamente (como las nubes, los becerros o las lágrimas). Son artefactos producidos por nosotros deliberadamente. Están ahí porque nosotros las hemos puesto donde están, para disponer de ellas. En nuestro mundo, las imágenes son importantes. Y si las imágenes son importantes, entonces el conocimiento sobre las imágenes es importante.La doctrina sobre las imágenes actualmente tenida por canónica la ve como una modalidad de signo — un signo que denota icónicamente. Explica las imágenes afirmando que son artefactos que funcionan cuando llevan a pensaren algo distinto. Esta explicación no puede generar un conocimiento capaz de dar cobertura a —y razón de—imágenes como los señuelos usados para cazar patos, las prótesis dentales, las muñecas, los aviones de papel, y esa modalidad de juguetes, cada vez más sofisticada y prolífica, a la que pertenecen los helicópteros teledirigidos, mascotas robóticas provistas de Inteligencia Artificial como el perro Aibo (producido por Sony ) o el muñeco Furby (fabricado por Tiger Electronics), el robot cuadrúpedo Big Dog, desarrollado por la empresa Boston Dynamics para ser empleado como una mula artificial capaz de trabajar en entornos a los que una mula de carne y hueso no podría acceder, o “compañeras” humanoides, como las ginoides Sophia (producida por Hanson Robotics), Harmony (creada por Matt McMullen) o las Love Dolls