La presente investigación indaga sobre los sentidos de lugar de la escuela en el contexto del desplazamiento forzado por la violencia en Colombia. Se exploraron tres experiencias educativas entre 2014 y 2016. En primer lugar, Francisca Castro, una lideresa comunitaria proveniente de El Charco Nariño, describe lo que para ella y su comunidad significó trasladarse de un entorno rural de la región del Pacífico para reubicarse en Cali, una de las ciudades capitales con mayor población del país. En su narración incluye rasgos sobre la cotidianidad escolar que dejan ver sentidos emergentes en la escuela como lugar de llegada. Las otras dos experiencias son las de las profesoras Kenny Sinisterra y María Lasso, maestras en una escuela del oriente de la ciudad, en donde gran parte de la población estudiantil ha sufrido desplazamientos forzados. A través de entrevistas semi-estructuradas, las participantes relataron sus experiencias, alrededor de la pregunta por el sentido de lugar de la escuela en este contexto; sus relatos se interpretaron a la luz de la teoría de lugar de Augé y Oslender, la concepción de la escuela como lugar de contención de Tiramonti y Minteguiaca, y de la educación como experiencia de Contreras y Pérez. Este diálogo permitió identificar tres sentidos de lugar:  espacio de contención, de reconciliación y finalmente de encuentro entre culturas. La experiencia de volver sobre los relatos de las maestras, sobre las discusiones teóricas y los elementos metodológicos, de de-construir imaginarios, de buscar esas realidades contadas, no por quienes diseñan las políticas educativas, sino por quienes comparten la cotidianidad con personas víctimas de desplazamiento, develó un giro en las prácticas pedagógicas en respuesta a la emergencia, un giro en el que se privilegia la restauración de la esperanza y la confianza, sobre el desarrollo de programas y contenidos curriculares.