La tendencia natural que sigue todo organismo es la autoconservación y la perpetuación. Un rasgo propio del ser humano es vivir en sociedad, lo cual le ha permitido desarrollar una constante evolución de la cultura, el lenguaje o la tecnología, pero estas relaciones sociales están condicionadas por la posición social, el poder, el capital, etc. El poder genera una división social entre quien lo posee y quien no: quien tiene el poder puede influir en la vida de quien no lo posee, decidiendo las reglas del juego social (leyes, economía, educación…).Esto se debe a que o bien no encuentra una oposición a su capacidad de decidir o bien es capaz de neutralizarla. Muchas veces los opositores no tienen los medios (económicos, legales...), otras no está identificado quién ejerce realmente el poder.Puede ocurrir que haya una complacencia social y quien ostente el poder tenga los medios, bien para convencer al resto, bien para imponer decisiones por la fuerza o el miedo.Los grupos nacionalistas esgrimen ambas herramientas: con un mensaje patriótico cautivador y con una idea centralista de gobierno dirigido por un líder fuerte y autoritario que representa el poder.Esta diferencia de poder ha intentado ser legitimada por la filosofía desde casi sus inicios. Aristóteles entendía ya en el s.IV a.C que esta desigualdad entre el que manda y el que recibe el mandato, es de origen natural, pues unos están en posesión de la capacidad de mandar y otros carecen de ella. Y es natural que así sea, pues los que mandan son mejores que los mandados.Pero, a través de los experimentos realizados por Milgram y el doctor Zimbardo, se puede poner en cuestión la base que sustenta tanto el argumentario aristotélico como el nacionalista.