El patrimonio cultural  ha  estado  ligado al turismo como eje fundamental de atracción que  motiva  la elección del visitante por  determinado destino, y  a su vez permite  la valoración de los saberes  populares. Para  este caso,   las tradiciones orales, dan cuenta de la memoria colectiva de la  comunidad de Tunja, las cuales han venido configurándose como parte de la identidad y están asociada a las  calles del centro  histórico, representativo por ser el sector fundacional desde 1539,  y al cual se  le confiere  la categoría  de bien de interés  cultural (BIC). Su importancia patrimonial está dada en  las calles, conjuntos arqueológicos, plazas, plazoletas, conventos, templos, entre otros bienes, los cuales guardan  una estrecha relación con uno  o varios relatos. Estos últimos, en la actualidad se ven amenazado debido a los cambios sociales  y  de expansión que atraviesan los centros históricos. En este  sentido,  la valoración de la tradición oral se plantea  como mecanismo  de comunicación y por  ende de conservación, al mismo  tiempo que se constituye en estrategia para la diversificación de actividades turísticas. Dicha  valoración se da desde el conocimiento de los vendedores  ambulantes  del centro  histórico  y las fuentes  documentales  presentes  en diversos  archivos locales. La investigación tiene diferentes fases como son: concertación con actores, revisión, recolección de la información  primaria, análisis y registro de la información  y la fase de diseño de actividades y o producto turístico. Las tradiciones orales  halladas se clasifican en mitos,  leyendas  y anécdotas,  encontrándose que son fuente importante del relato popular, ligadas a las calles patrimoniales,  espacio  donde los vendedores ambulantes ejercen su actividad,  y el turista recorre como parte de la atracción